Covid-19, ¿el desconocido que vino para quedarse?

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Más que un artículo científico, las siguientes líneas son el reflejo del pensamiento colectivo frente a esta nueva encrucijada que se nos presenta en este año, para muchos, perdido.

Como dicen los textos de administración, el primer paso para la solución de un problema es su correcta determinación; si no somos capaces de definir correctamente la problemática que tenemos, difícilmente podremos concretar una solución radical al mismo. Y es eso precisamente lo que ha venido aconteciendo en estos últimos meses con relación al Covid-19, mucha información disponible, muchos datos a disposición de la sociedad emanados de muchas fuentes fidedignas, pero al final, no sabemos a ciencia cierta las características específicas de este, aparentemente, nuevo virus. Solo para ilustrar lo dicho, aún no es claro el origen de este, si ha sido fruto del azar de la naturaleza o ha sido creado por el hombre; tampoco tenemos una idea clara y precisa de su ciclo de incubación y de las condiciones idóneas para ello, mucho se ha especulado frente a las condiciones climáticas favorables, para unos el invierno del hemisferio norte, para otros el clima tropical de los países ecuatoriales; tampoco hemos logrado entender cuál grupo poblacional es el más expuesto, en un principio se afirmó que los jóvenes y los niños eran virtualmente inmunes al virus, luego nos dimos cuenta que ello no era completamente cierto cuando se presentaron los primeros casos fatales en personas de menos de 20 años; y la lista continua, pues aún no sabemos el ciclo exacto de vida del virus, si existe una diferencia o no en materia de afectación por género, edad o raza, tampoco hemos llegado a comprender como es su mecanismo evolutivo o de mutación, en síntesis, con más de un millón de casos fatales y cerca de 35 millones de personas afectadas en el mundo entero, es poco lo que sabemos de este nuevo enemigo público número uno.

Sin embargo, la carrera por el desarrollo de la vacuna empezó casi simultáneamente con la aparición de los primeros casos en Europa – ¿quizás antes? – y en menos de ocho meses ya se han hecho anuncios prometedores sobre la eficacia de algunas de ellas. Con aportes de los gobiernos de los países más poderosos del mundo, una treintena de compañías se han embarcado en la búsqueda frenética de una vacuna que logre detener la propagación mortal del virus. Ensayos de laboratorio, pruebas de distintas naturalezas, incluso en humanos, han arrojado resultados mixtos frente a la efectividad de la vacuna en cuestión, sin embargo, muchos gobiernos siguen apostando por una pronta liberación de una dosis inmunizante con bajos efectos adversos. Y ese es precisamente el punto álgido de la cuestión, ¿realmente las compañías farmacéuticas han llevado a cabo todos y cada uno de los protocolos de validación? ¿La información liberada a la sociedad es verdadera? O, por el contrario, ¿se han ocultado los efectos adversos para evitar, por un lado, la desmoralización de la sociedad y por otro para aplacar la ira de las naciones aportantes? Seguramente las respuestas a estas preguntas jamás las conoceremos a ciencia cierta y siempre quedará en el imaginario colectivo esas dudas que hoy están presentes en la mente de los ciudadanos corrientes: ¿debo usar la vacuna? O mejor, ¿espero un tiempo a ver qué pasa realmente?

Entre la miríada de noticias diarias que ha producido el Covid-19, la premura de los gobernantes por informar – o desinformar - a los pueblos y la incertidumbre que las medidas de contención desarrolladas por los gobiernos han causado en los ciudadanos, es difícil predecir un desenlace a esta crisis, inédita para la gran mayoría de los habitantes de la Tierra. Lo único cierto es que las predicciones hechas por distintos organismos, privados o públicos han fallado sistemáticamente, que las regiones que consideraron que la crisis estaba superada están viviendo nuevamente contagios ascendentes y que las comunidades están, en general, descontentas con la forma en la que los gobiernos han manejado esta crisis inédita.

La historia contará en detalle, dentro de unos años, como terminó la primera gran crisis mundial de este siglo XXI.